""La península Ibérica, sobre todo en la montaña, es la zona de Europa con más casos""
El declive global de los anfibios, los vertebrados terrestres más antiguos, es una realidad que ningún científico discute: la mitad de las 6.000 especies conocidas están perdiendo población, un tercio se encuentran amenazadas y posiblemente 300 ya se han extinguido. Sin embargo, preservar el hábitat y reducir la explotación comercial no es suficiente para detener la decadencia debido al avance imparable de unos enemigos tan minúsculos como peligrosos: los virus y los hongos.
De 1997 a 1999, una infección exterminó el 86% de los sapos parteros del parque de Peñalara (Madrid). "El agente infeccioso que los mató, un hongo quitridio, es la peor enfermedad nunca registrada entre los vertebrados en términos de especies afectadas", explica Jaime Bosch, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, que descubrió los primeros casos en Europa. "Los anfibios son hoy en día los vertebrados más amenazados", insiste. Por esta razón, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) ha declarado el 2008 como Año de la Rana.
En 1997, Bosch notó una mortalidad anómala de sapos en Peñalara. La observación quedó inexplicada hasta que, un año mas tarde, se descubrió que un hongo había atacado a anfibios de Australia y Centro-
américa, lo que explicaba la caída de los anfibios en esas zonas. El hongo, que afecta a la piel de los animales, extermina poblaciones enteras en pocos meses. "Los casos que registramos eran las primeras observaciones en Europa", explica Bosch.
HONGO DE MONTAÑA
No es casualidad que se descubriera en España. La península Ibérica es una de las zonas potencialmente más afectadas debido a la altitud de buena parte de su territorio. "El hongo prefiere la temperatura de la montaña. Efectivamente, Suiza es el segundo país más afectado en Europa", comenta Bosch. Analizando las colecciones científicas, los investigadores encontraron el primer caso conocido: un sapo de uñas muerto de quitridiomicosis en 1838 en el sur de África. La enfermedad se habría extendido desde allí gracias al comercio. El sapo de uñas se usa en la investigación, la rana toro se consume y el sapo de la caña se emplea contra los escarabajos de la caña de azúcar. Actualmente, la quitridiomicosis afecta a más de 100 especies en todo el mundo. "En España no es raro encontrar miles de ejemplares muertos en lagos de montaña", alerta Bosch.
La infección es una de las causas principales del declive de los anfibios, según un informe elaborado por 500 investigadores de 60 países por encargo de la IUCN. "La primera causa es la degradación del hábitat por industrialización o deforestación", prosigue el investigador. "El comercio es la segunda junto con la sobreexplotación con fines alimentarios, sobre todo el sureste asiático". La difusión de enfermedades, tercer factor en juego, depende en parte de los dos primeros. "No solo el comercio acaba por introducir especies en ambientes distintos y facilita la difusión de enfermedades –dice Bosch–. El cambio climático también podría desempeñar un papel: las condiciones climáticas cambiaron en Peñalara justo antes de que brotara la enfermedad". Según algunos investigadores, el calentamiento de las zonas de montaña se acercaría a las temperaturas óptimas para el crecimiento del hongo (entre 17 y 25 grados).
RESTRICCIÓN COMERCIAL
"El remedio ante una enfermedad infecciosa es evitar que se extienda", explica Bosch. Por esta razón, el hongo quitridio figurará desde el año que viene en las listas de la Organización Internacional para la Salud Animal. "Esto supondrá cambios en el comercio de anfibios, con repercusiones económicas especialmente para las empresas farmacéuticas que investigan con anfibios". También es importante que los coleccionistas no liberen animales que han tenido como mascota.
"La supervivencia de los anfibios pasa por su momento más crítico desde que compartieron la Tierra con los dinosaurios –concluye Bosch–. Los anfibios son especialmente sensibles a los cambios en su entorno: su destino puede anticipar el de otras formas de vida. Si el hombre consiguiera acabar con especies que casi no han experimentado cambios desde hace millones de años, sería una señal inequívoca de que algo no marcha bien".