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Empatía con el animal, cuyos sentimientos son más fáciles de leer en su lenguaje corporal.
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Aumento de la autoestima al lograr salir del ensimismamiento (mismicidad) para hablar del animal (otredad)
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Relajación de la ansiedad al existir el animal como receptor de la emocionalidad que no puede proyectarse hacia el otro.
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Tranquilidad emocional de la relación al ser el animal alguien que acepta a la persona por sí misma, sin calificarla ni enjuiciarla, lo cual a la larga ayuda a la apertura a las opiniones ajenas sin prejuicios.
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El animal como elemento de distracción ante la parálisis emocional y física.
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Apertura a una emocionalidad más intuitiva en personas trascendidas por su propia racionalidad.
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Disminución del estrés por la vía del contacto y la caricia.
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El animal como elemento sociabilizador ya sea en la relación con otros poseedores de animales cuando se le saca de paseo ya sea con cualquier persona con la que el hecho animal permita establecer una conversación que se domina y no resulte necesariamente frustrante.
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El contacto físico con el animal (caricias, juego) —contacto no siempre bien tolerado con otras personas— como relajante e introductor al contacto físico en general.
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La actividad física y motora a la que conduce ya sea la simple relación de caricia/sujeción del animal o su cuidado y atención completos.
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La vital sensación emocional de que algo une a la persona con el mundo a través del animal y evita su exclusión del mismo.
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