Uno de los problemas de conducta más habituales de los perros es el miedo, de este problema derivan muchos otros como la agresividad y el estrés.
A todos nos gusta el hecho de tener un perro fuerte que nos proteja en caso de peligro o que nos alerte si algo malo puede pasarnos, pero no debemos confundirnos, un perro inestable y que ladra o ataca por miedo no es bueno, ni para nosotros ni para el propio animal. Hemos oído muchas veces el dicho de “perro ladrador poco mordedor”, sin embargo, esto es erróneo en la mayoría de los casos. Los perros ladran por muchos motivos, y uno de ellos es por inseguridad y ansiedad. Evitan el primer contacto intentando ahuyentar al “enemigo” ladrando, pero si un perro miedoso se ve acorralado atacará.
Para ayudar a nuestro perro y darle confianza en sí mismo debemos tener en cuenta que es un perro y no una persona. Esto parecerá una tontería, pero si no nos concienciamos de ello desde el primer momento, nuestro perro será inestable toda su vida. Los seres humanos inconscientemente tratamos los miedos con cariño y palabras de afecto, así creemos que aumentamos su confianza y le damos la seguridad que necesita, sin embargo, estamos reforzando lo contrario. Con afecto y diciendo “tranquilo, no pasa nada, estoy a tu lado”, lo único que conseguiremos es transmitir que algo está pasando, que debe estar alerta porque nosotros nos comportamos de forma extraña o inusual.
Tras habernos concienciado de la condición de animal de nuestro perro, existen varias pautas que mejoraran la confianza de nuestro amigo.
Lo primero debemos cambiar es nuestro modo de actuar ante las situaciones que le producen miedo o ansiedad. Debemos anticiparnos, cuando veamos que nuestro perro comienza a agachar sus orejas y a meter el rabo entre las patas, actuaremos rápido y lo sacaremos de ese estado. No debemos dejar que se fije en lo que le produce esa sensación, así que en ese momento comenzaremos a correr o nos lo llevaremos a otra habitación a jugar. Debemos convertir ese momento en un premio, en algo divertido. Pero lo más importante es que no debemos calmarlo hablándole.
Asimismo, debemos tener en cuenta su lenguaje corporal, las orejas agachadas y la cola entre las patas significa miedo; la boca abierta y jadeante es síntoma de tranquilidad; los bostezos significan que esta liberando tensiones; ver a nuestro perro con el lomo erizado significa que esta alerta para atacar… Gracias a estas formas de actuar, podremos identificar lo que le pasa en cada momento y así podremos actuar en consecuencia.
En el caso de que a nuestro perro le asusten las personas o alguien en concreto, debemos ser cuidadosos, evitaremos que la gente lo agobie con caricias en la cabeza o en el rabo. Si alguien quiere tocarlo debe hacerlo por el cuello o el pecho, ya que son las zonas menos amenazadoras para nuestro animal. Asimismo, si alguien quiere acercarse a él, debe hacerlo sin mirarle a los ojos, dejándole que primero lo huela y preferiblemente dándole la espalda o estando sentado en el suelo. Así, el animal percibirá que no quiere acercarse a él para atacarlo.
Debemos tener en cuenta que la inseguridad y el miedo producen mucho estrés en nuestro perro, una buena cantidad de ejercicio le ayudará a ser más equilibrado y a reducir sus tensiones.
Por último, y no por ello menos importante, jamás debemos educarlo con métodos de castigos físicos, ya que esto reforzará el miedo y la agresividad, y como consecuencia podía llegar a atacarnos. En cualquier caso, si tuviésemos un perro demasiado miedoso o ansioso y no pudiésemos controlarlo, es deberemos consultar con nuestro veterinario de confianza.
Elena Mansilla Lozano
Fuente: Perros.com