Las personas que tenemos perros muchas veces les hablamos con voces estridentes como si fuesen bebés y les llamamos “hijito”, “bebé” o “pequeño”, y cuando alguien nos pregunta si tenemos hijos, solemos responder “Tengo perros”. Esta forma de actuar hace que la gente de nuestro entorno piensen que estamos locos, pero ahora les puedes rebatir diciendo “la ciencia me da la razón”.
Para realizar el estudio, los investigadores analizaron la actividad cerebral por resonancia magnética funcional para estudiar las reacciones que tenían 14 mujeres mientras veían las fotos de sus hijos pequeños, las fotos de sus perros, y fotos de niños y perros desconocidos.
El resultado fue muy interesante: muchas de las áreas cerebrales que se activan cuando una mujer ve a su hijo también se activan cuando ve a su perro. Pero, hay un par de áreas en el cerebro, la sustancia negra y el área tegmental ventral, que únicamente se iluminaron al ver a sus hijos, pero no al ver a sus perros.
Conclusión del estudio:
Estos resultados demuestran que hay aspectos compartidos en el vínculo madre-hijo y madre-perro en la experiencia emocional y los patrones de la función cerebral, pero también hay diferencias cerebro-conducta que pueden reflejar el fundamento evolutivo distinto de estas relaciones.
Por otro lado, hay que decir que también es una tendencia lógica por un cambio de pensamiento de la sociedad, donde el animal pasa de ser un acompañante a ser un miembro de la familia. Esto es una evolución racional que no tiene que ver con las áreas cerebrales, sino con la implicación emocional con un miembro más de nuestra familia.